Sucede incluso cuando se observa una vieja fotografía y no nos reconocemos en el rostro que aparece en ella. Se produce una distancia insalvable entre el yo del presente y aquel que retorna desconocido del pasado. Con él regresan viejos fantasmas que creíamos olvidados pero que nos siguen interpelando. Algo así debe ocurrir en el momento en que los compositores revisan su viejo repertorio. La sociedad ha cambiado mucho, también su lenguaje y sensibilidad, y lo que entonces se consideraba visible, audible y decible puede resultar extraño con el paso del tiempo.
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