Una de las peores cosas de llegar a viejo es que, a medida que pasa el tiempo, uno va perdiendo las esperanzas de llegar a viejo. No sé si me explico, pero algo parecido me vino a decir el viejo Al, una de esas noches en las que hasta los relojes parados no pudieron evitar que se amontonase el tiempo sobre ellos.
Fue entonces cuando el viejo Al me habló de El desierto de los tártaros, la novela de Dino Buzzati, una historia donde el protagonista es el tiempo. “El puto tiempo, muchacho -me dijo con resignado cansancio – el puto tiempo, que cada vez corre más veloz y se traga los días como si fueran humo”.