El plan era que Asesinato en el Orient Express fuera una celebración del star system de Hollywood, no su testamento. Sin embargo, el reparto de estrellas que Kenneth Branagh había ensamblado para esta adaptación de Agatha Christie (a semejanza del que reclutó Sidney Lumet en los años 70) acabó conjurando un canto de cisne, homenajeando los tiempos en los que rostros famosos podían traer a la gente a las salas sin que la vida privada de dichos rostros irrumpiera de forma inquietante en la tribuna pública.