El mundo ha cambiado desde la guerra de Ucrania. Se ha instalado un desorden internacional en el que las relaciones económico-comerciales y los equilibrios geopolíticos han saltado por los aires. La globalización se ha paralizado, hay reconversiones de las cadenas de valor, procesos de reindustrialización nacionales y estímulos y subsidios que rayan el proteccionismo productivo.
Todo ello deja traslucir una profunda metamorfosis. Como si el planeta emitiera latidos extraños a distintos ritmos. 2023 está mostrando los lodos de la polvareda levantada el pasado ejercicio con la convulsión geopolítica de una nueva contienda bélica en territorio europeo.
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