Los expatriados, la alta gerencia trasnacional del mundo empresarial que estaba rumbo a su extinción en Latinoamérica, han encontrado en la COVID-19 un último obstáculo que parece haber puesto punto final a su misma supervivencia y a cualquier recuperación de la figura.
Desde que la crisis económica de 2008 dejara en evidencia los enormes costos que suponía el uso de "expats" para dirigir los capítulos locales de grandes empresas y multinacionales, ya era evidente su sustitución paulatina por empleados "locales", no siempre nativos del país en el que se encontraban, pero sin los privilegios que antes eran moneda corriente.
Ahora, los pocos que perviven han sido sobrepasados no solo por el evidente ahorro que supone para las empresas su extinción o por el cada vez mayor número de cuadros "nativos" perfectamente capaces de asumir retos directivos, sino también por las consecuencias humanas, tecnológicas, económicas y sanitarias que deja la pandemia.
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