En tiempos marcados por la palabra gruesa, la truculencia vomitiva, e incluso, lo que no dudo en calificar como casquería literaria y cinematográfica, no es fácil valorar el pulso suave y mantenido de Patricia Font, directora de El maestro que prometió el mar.
Durante cuatro años investigué en profundidad la vida de Antonio Benaiges, que ejerció de 1934 a 1936 como maestro en una diminuta localidad de la España más vacía y más profunda: Bañuelos de Bureba. Cuarenta años después, de 1979 a 1983, esa localidad burgalesa fue mi primer destino como médico rural.