En el 92 España vivía obsesionada con el sueño de la modernidad. El país había dejado ya atrás la Transición y gritaba a los cuatro vientos que los tiempos oscuros habían pasado. Aquel año fue el de los Juegos Olímpicos de Barcelona y el de la Expo de Sevilla. El de Cobi y Curro. Dos acontecimientos mundiales de relumbrón que colocaban al país en el punto de mira internacional. 1992 se vendió como el gran año. 30 años después, al mirar atrás queda claro que para que todo brillara había que esconder la basura debajo de la alfombra.
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