“Hay tardes en que todo / huele a enebro quemado / y a tierra prometida”. Hoy es una de ellas. Antonio Gala escribía estos versos en Enemigo íntimo (Ediciones La Palma, 1959), poemario con el que se llevó el accésit del Premio Adonáis de Poesía en 1960 y que se consagró como la primera publicación de una inmensa herencia de poesía, narrativa y teatro que el escritor cordobés deja hoy entre los surcos de la literatura española del nuevo siglo. Desde entonces ya era el escritor de la belleza, del erotismo, de la vejez, de la niñez, de la vieja Andalucía y de la muerte.