Cruzar las puertas del Mad Cool (tras el reto del acceso) significa entrar en una especie de paradoja temporal. La gente tiene móviles, viste moderna (a veces incluso demasiado), se hacen stories... pero en sus escenarios no suena música del presente, sino de hace décadas. Uno piensa que en cualquier momento se va a encontrar con Marty McFly o con su yo del pasado. La diferencia es que en el filme de Zemeckis se llegaba al pasado en un minuto en su flamante DeLorean, y aquí se hace en un metro atestado de gente que te deja en Villaverde y desde el que tienes que andar 20 minutos en pleno sol madrileño.