Hay proyectos que parecen condenados al fracaso, y el de Barbie era uno de ellos. La unión de Mattel, intentando explotar cinematográficamente sus juguetes, y un Hollywood ansioso por nuevas franquicias y taquillazos auguraban lo peor. ¿Qué podía ofrecer una historia sobre la muñeca que ha perpetuado el canon de belleza más injusto y terrible hacia las mujeres? El despido de la cómica Amy Schumer (famosa por su humor soez y bestia), al frente del proyecto hace años, hacía disparar las alarmas hacia lo que Warner podría querer de una película sobre Barbie, un filme blanco, inofensivo y sin mordiente.
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