Han sacado los mejores resultados de la historia del Parlamento Europeo, con alrededor de un 25% de los asientos, pero las costuras de la extrema derecha siguen siendo evidentes. Egos, cuitas nacionales y diferencias ideológicas han emergido probablemente con más fuerza que nunca a la hora de reorganizarse en la Eurocámara. Y lejos de formar un 'supergrupo' que se impusiera en segunda posición, como pretendía la francesa Marine Le Pen, antes de las elecciones, los partidos ultraconservadores y euroescépticos apuran los plazos parlamentarios y van recolocándose en lo que puede acabar en tres facciones o en dos grandes grupos pugnando por la hegemonía del espacio de la extrema derecha.