Durante cuatro años, de 2005 a 2009, en una comunidad menonita en Bolivia, muchas mujeres y niñas se despertaron con dolores, heridas y sangre en sus cuerpos y sábanas. Cuando lo contaron a los hombres de la comunidad, las convencieron de que había sido el demonio, que las castigaba por sus pecados, o que incluso se lo estaban inventando. Durante años creyeron que ellas eran culpables de los abusos sexuales y físicos que estaban sufriendo. La realidad era que ocho hombres habían estado violando a todas ellas administrándoles un sedante para animales y que el resto de hombres lo sabían y lo habían permitido o callado.