En 1989, Spike Lee rodaba el homicidio de un joven negro a manos de la policía en Haz lo que debas. La muerte de Radio Raheem se convertía en un suceso que, en la cinta, prendía la chispa de una revuelta. Dos años después, en el mundo real, cuatro agentes le propiciarían a Rodney King una paliza. King no murió, pero la violencia del ataque que sufrió provocaría disturbios por todos Los Ángeles en protesta por el racismo y la brutalidad policial. Volvería a pasar con Eric Garner. Ha vuelto a pasar con George Floyd.
Las historias sobre racismo sistémico en Estados Unidos se repiten hasta tal punto que sería razonable pensar que el cineasta de Atlanta, cuya obra se vertebra en gran medida en la denuncia de dicho racismo, pudiera estar ya extenuado de tanto alzar la voz en un Hollywood que gusta de hacer oídos sordos.