El monte Kilimanjaro, como metáfora, representa la obra de algunos artistas: una cumbre aislada, a la que nada la hace sombra. En cambio, existen músicos como Roberto Iniesta (Plasencia, 1962) que, con su discografía, han formado la cordillera del Himalaya. Una obra en la que para muchos amantes del sonido del Robe más actual, La ley innata (Warner Music, 2008) es el Everest y, para otras más cercanas al Extremoduro más transgresivo, Deltoya (DRO, 1992) y Agila (DRO, 1996) vendrían a ser, al menos, el Nanga Parbat y el K2, respectivamente.