
En 1996 el cine europeo se rindió a dos cineastas belgas: los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne. Aunque ya habían rodado dos largometrajes antes, fue La promesa la que los colocó en el foco gracias a una historia dura que mostraba el trato inhumano de un explotador de la construcción a sus trabajadores, inmigrantes ilegales. Un retrato descarnado que mostraba las miserias de una Europa racista, que maltrataba a los extranjeros, a los que condenaba a la miseria y los márgenes. Desde entonces, no han cesado en un estilo que ha marcado el cine social posterior.

















