Hace dos años me robaron la bici. Era una preciosa Bianchi de carretera color granate que le había comprado a un amigo por 120 euros en 2015. La utilicé casi a diario tanto en Madrid, primero, como en Londres, donde me mudé después.
De vuelta a España, una noche la dejé candada frente a la sede de la SGAE y al día siguiente, cuando fui a por ella, ya no estaba. Me llevé un señor disgusto, me culpé por haberla dejado tantas horas en la calle y asumí que me iba a tocar comprar otra. La Bianchi era estupenda y le había dado un gran uso, pero quizá no era mala idea hacerme con una más cómoda y moderna.
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