Estuvo a punto de ser expulsado del instituto, se metía en las peleas de tizas, era de los que se lanzaban borradores y se golpeaban con los manuales hasta desgastar las tapas y casi repite varios cursos de Primaria, de la ESO y de Bachillerato. Dice que empezó a interesarse por la filosofía a través de la poesía, cuando descubrió a Becquer y, desde la inocencia de un adolescente al que el sistema educativo no satisfacía demasiado, pensó: "Yo lo puedo hacer mejor", cuenta riéndose. Hoy, Ernesto Castro es ya uno de los filósofos más presentes en la esfera del pensamiento contemporáneo de todo el país.