
Cuando este martes el público cruce las puertas de la exposición Zóbel. El futuro del pasado, entrará en un nuevo Museo del Prado. Encontrará que la institución cultural más importante del país ha dado un paso importante para perder la esencia con la que se fundó en el siglo XIX, y que supone un lastre en la comunicación con la ciudadanía que lo ampara, lo mantiene y lo protege en el siglo XXI. Ese esencialismo desmantelado fue reforzado en 1995, con una ley que segrega el arte que no puede tratar el Prado para no pisar el campo de juego del Museo Reina Sofía.

















