Me dijiste aquella tarde en Barcelona que a veces hay que trasgredir las propias normas, y que una de las tuyas era no escribir en caliente, nunca.
Hablamos de cuando todas las vidas eran posibles, de cuando todos los poemas eran posibles. Hablamos del único sitio al que se puede ir a buscar una respuesta: a ese pasado más remoto, pero sin trampas, sobre todo, sin trampas.
Hablaste del lío, "para que todo esto funcione se necesitan unas premisas muy bestias: en una colmena de abejas es lo mismo, pero mucho más sencillo porque son veintisiete acciones de un animal muy primitivo, que hace esas veintisiete, luego se muere y punto.