En la mejor escena de la película The Square, un actor de performance se desplaza con movimientos vigorosos y simiescos alrededor de las mesas de una cena de gala. Golpea a los hombres trajeados y desgreña con violencia los peinados lacados de las mujeres. Los olisquea, los incomoda y pone en jaque a un statu quo que presume de percibir el arte moderno en toda su complejidad, siempre y cuando respete los límites tradicionales.
En la vida real, este fin de semana el italiano Maurizio Cattelan y su plátano pegado a una pared con cinta aislante fueron el simio, y el mundo del arte fue esa caterva estirada que contempla con miedo y escepticismo su último fenómeno.