El panorama cultural actual refleja las disputas identitarias y las reivindicaciones igualitarias que en los últimos años han ganado impulso a nivel social. Movimientos como el #MeToo, que desde el cine se ha expandido a otras ramas artísticas, demuestran la necesidad de replantear las industrias a un nivel profundo y desde sus mismas entrañas.
Los videojuegos no han estado ajenos a esta transformación, aunque las particularidades de su entorno han hecho que los pasos dados en pos de la equidad resulten, todavía, insuficientes. La publicación a finales de 2022 de varios informes que reflejan en cifras la desigualdad latente en las tres ramas clave del sector —el desarrollo, la prensa y las comunidades de jugadores— dirigen la mirada hacia este hondo problema.