Casandra es una adolescente enamorada de un puente. Sí, han leído bien, de un puente. A Casandra le excita y le produce placer sexual el óxido corroido de un viejo puente asentado a escasas manzanas de su hogar. Es su forma de amar, de ser ella misma, pero muy pocos lo ven así. A lo sumo la comprenden sus hermanos pequeños: Caleb, que cuando toca a cualquier animal la bestia muere súbitamente, o Calia, que no habla pero tiene un innato talento para el dibujo hiperrealista.