Las películas de François Ozon siempre tienen un crimen como motor dramático. Da igual que sea desde la comedia musical (Ocho mujeres) o el drama adolescente (Verano del 85). Para él, sus películas son la forma de sacar a la luz pulsiones oscuras que acaban convertidas en argumentos de una de las carreras más prolíficas del cine francés. Ozon no para de trabajar, y siempre busca explorar nuevos géneros, o al menos no repetir los anteriores. Dice que cada nueva película es la antítesis de la que acaba de terminar, y cita a Truffaut para argumentar su mantra: “Él decía que la próxima película siempre tiene que ir en contra de la anterior”.
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